Esta hermosa gouache magnifica la arquitectura interior de un bar parisino en el barrio de la Villette, especialmente su techo y sus pinturas azules reflejadas en los espejos, con muebles más clásicos en la parte inferior: a la izquierda, la barra de madera oscura, un pequeño tabique a media altura de color marrón claro; a la derecha, la esquina de una mesa con una silla; en el centro de la gouache, otras sillas de bar y dos abrigos colgados en la parte trasera de la sala, bajo un espejo.
Además de la armonía de los tonos azules y marrones, el techo transversal, su reflejo en el espejo de la izquierda, la verticalidad del poste central y las diagonales de la barra y de la mesa hacen circular nuestra mirada por todos los rincones del bar, especialmente sobre las lámparas esféricas –o en sus reflejos, ya no sabemos– colgadas en altura.
La ausencia de clientes, sólo traicionada por los dos abrigos colgados juntos, nos ayuda a concentrarnos en la magia intrínseca del lugar.
Visión de un París desaparecido donde los colores vivos podían formar parte de los puntos de encuentro e inspiraban de forma natural a los jóvenes pintores.