Todo en altura, esta composición evoca la preparación de mermeladas en la cocina de la casa de campo de la artista en Villeneuve-le-Comte, en la que participan los niños.
A la derecha desde lo alto, vista en tres cuartos, la cocinera con su delantal blanco vigila la preparación de las frutas en un gran caldero de cobre, espátula en mano. En primer plano, sentada frente a la mesa de la cocina, una niña prepara en un barreño las frutas extraídas de una cesta situada a sus pies descalzos. A la izquierda de perfil, un niño está concentrado, tal vez en el cierre de los botes. Junto a él, detrás de la mesa, otro niño le mira, con la cabeza apoyada sobre su mano izquierda.
Este lienzo vidriera está construido alrededor de tres burbujas donde los personajes están aislados, concentrados en sus tareas a cada lado de la mesa de la cocina, con una pared principal tratada en adoquín iluminado y un suelo enderezado, visto desde más altura que la mesa, dando una perspectiva dinámica tan apreciada por la artista.
Los brillos de los claroscuros están distribuidos por toda la composición: desde los fragmentos de luz en la tela a cuadros roja y blanca sobre las rodillas de la niña, hasta los destellos luminosos de la habitación contigua, con, en el centro, dominantes, los brillos blancos del mantel, los de los frascos de vidrio vacíos y los del delantal de la cocinera.
En esta atmósfera laboriosa, el rostro del niño solo sin ocupación, girado hacia la pintora, nos aporta un toque de ensueño.