Este bonito salto de cama de una mujer rubia peinándose impresiona en primer lugar por el contraste de colores entre el blanco del salto de cama, entreabierto por su pecho, y los colores cálidos del diván donde está sentada.
El refinado y sensual interior del taller de la pintora –el sol bordado sobre un cojín negro del diván, el delicado arco del respaldo de la silla negra (tantas veces pintada), los tejidos con estampados orientales– contrastan así con el drapeado blanco de la prenda, pudoroso y luminoso, que no deja adivinar más que el contorno del torso y de las piernas de la modelo.
Pero la forma ortogonal del lugar, las estructuras rectangulares de los marcos dorados, la silla colocada en simétrica con la modelo, tejen una red donde la modelo, brazos levantados en forma de rombo, decide dejar que la mirada de la pintora congele su belleza.
Poder de la creación pictórica de la artista que transforma la belleza de un momento efímero encerrado dentro del nido de la realidad en una imagen eternamente congelada que se desplegará en nuestros sueños.