Este lienzo esboza una escena de playa desde los Pirineos orientales hasta Saint-Cyprien en el Rosellón, donde las aguas turquesas del Mediterráneo, la arena blanca y las rocas rojas crean un entorno excepcional.
Sin embargo, más allá del fuerte contraste en las playas atlánticas entre las zonas de sombra y luz y de una sucesión de planos animados por bañistas de colores tan rojizos como las rocas del paisaje, la artista juega sobre todo con las distribuciones geométricas para grabar en nuestra retina algunos puntos clave.
El disco solar amarillo y verde de la sombrilla central anima innegablemente este lienzo haciéndolo entrañable.
A finales de los años 70, Germaine Lacaze cometió algunas « infidelidades » a la Bahía de Arcachón y quizás bajo el efecto de sus recuerdos de Centroamérica, se codeó con placer a la fuerte luminosidad de los paisajes mediterráneos, más ásperos, más secos y menos acuáticos.